Acudes
a mí cada otoño.
Yo
te abrazo
ante
los sorprendidos ojos plateados de la niebla.
Te
quedas conmigo en torno al fuego
y
me cuentas historias de tu tierra.
Envuelves
con tus manos
mi
grisácea pereza
y
me
rescatas de esta cama
algodonada
de tristeza.
Hoy
seremos,
quizás,
las
hojas del castaño,
o
puede
que
de tubérculos la esencia.
Ya
raíces,
ya
paseos vespertinos por la sierra,
ya
unos ojos cubiertos de llovizna
o
las aguas desbordadas de una acequia.
Somos
tierra,
eres
humus,
yo
soy barro.
Somos
cal
que
cada otoño
alza
la voz
y
blanquea
de
tu hogar
de
hoja perenne
la
pétrea memoria
de
silenciosa experiencia.
Un
beso, os quiero. Marisi.
(Seis
años sin Marga).
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