Esta noche he sido capaz,
capaz de helar el dolor,
capaz de congelar el llanto.
Aunque antenoche gané otra batalla,
he logrado rociar el lugar que tenías
en mis venas,
y he colocado en su espacio la sangre.
Pero anoche no fui tan capaz
y te di todo mi todo,
y me atrapé en eso que piensas
con más certeza de la que tuviera.
Mañana voy a desayunar mi arrepentimiento
mientras leo el periódico de tus mentiras,
y luego, más tarde...,
cuando sigas siendo sangre todavía,
daré mis gracias al cielo, oh Dios!,
que sigo teniendo mi vida despierta
para sentarme mañana a escribirte
un poema.
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