jueves, 16 de abril de 2009

INTENTO DE PRÓLOGO AL ARTE DE LA POESÍA

Cuando, por encargo de Marga, comencé a escribir el prólogo a este libro de poemas era agosto de 2006. Entonces decía esto:

Agosto de 2006.
Me mata el aire que no se mueve.

Relajada, y después contusionada, en ese orden y en este verano de 2006, exprimo hasta los inexistentes-huecos-existentes entre los versos de tu poesía, la que me enseña a ser más persona y la que me obliga a volver a escribir después de mucho tiempo.

Ahora, meses después, cuando Marga ya no está, al menos físicamente, digo lo siguiente:

Dolorida, abatida y con el corazón machacado, en ese orden y en este octubre de 2006 te has ido, Marga, sin leer el prólogo que te prometí y ahora exprimo cada recuerdo de tu existencia y admiro que toda ella fue poesía.


Margarita Perujo Nebro ya nació con nombre de ARTISTA. No tuvo la necesidad de buscarse un sobrenombre que la mencionara mejor que el que ya traía de cuna.
Mujer fascinante y aterradoramente creativa contra la que no se podía luchar, aunque quisieras, sólo quedaba aliarse con ella, contagiarse de sus múltiples aficiones (y después darse cuenta de que el arte no es algo que quiera cuentas con todos), aficiones que llevaba agarradas al corazón: cantaba como los ángeles, tocaba el saxo como un negro querubín de Nueva Orleáns, interpretaba de manera que engañaba al más descreído, organizaba, dirigía teatro, arrastraba a la masa juvenil adonde fuera necesario, si le proponías una idea la hacía grande, la convertía en IDEA.
Y además… escribía poesía del ser humano.
Su sonrisa era una trampa, una bocanada de felicidad. Podía ser muy dura, testaruda y convincente a la vez, y era capaz de hacer que el más duro le llevara, sin que le supusiera una carga, la maletilla con el ropaje de sus sueños.

Sabía que la vida le había dado señal de entrada y de salida. En lo más profundo lo sabía, pero nunca sucumbió a la desidia. Aprovechó cada segundo, le sacó partido y le echó este pulso: “Yo me iré, pero antes habré vivido”.

Apareció en nuestras vidas de puntillas. Con delicadeza, con sencillez, con elegancia y con mucha finura. Algo se intuía de su saber estar, pero con ella la sorpresa siempre llegaba. Marga era ese personaje único que te conquista cada día y que cada día hacía que la quisieras más, como si hubiera perdido la memoria de que el día anterior ya te había conquistado el alma. Se trabajaba el día a día, con sutileza, con armonía. No bajaba la guardia, sabía bien que cada día era un regalo y lo agradecía ofreciendo todo de ella, que no era poco, y con esa misma habilidad sacaba de nuestras entrañas lo que ni siquiera sabíamos que llevábamos dentro: si hablaba con nosotros hacía que los sentimientos brotaran; si nos miraba, con un solo guiño creaba complicidad para un buen rato; cantando, nuestras mandíbulas caían boquiabiertas y nuestros ojos se tornaban acuosos.
Querida Marga, todavía oigo el eco de tu voz en los laberintos de mi derrotado recuerdo. Quiero no llorarte, pero no puedo porque tu ausencia no es cualquier ausencia sino la ausencia de aire que se renueva continuamente y, como tú sabes, “me mata el aire que no se mueve”.

Cuando escribes, tus versos nos desmontan

TU POESÍA es la poesía del ser humano.

No hay en ella hueco donde el amor, y el desamor, la vida y la muerte y todos los universales de la literatura no tengan un encuentro. Combinados con destreza y ritmo palpitante, Marga hace que vayamos de un poema a otro ansiosos por conocer qué nuevos sentimientos nos va a mostrar o nos va a hacer experimentar. Leemos sus poemas e inmediatamente los hacemos nuestros porque sabemos bien lo que significan por la naturalidad con la que nos los ofrece. Hago un recorrido por algunos de ellos:



El primer poema, El ahogado más feliz del mundo, alude a uno de los cuentos más bellos que jamás haya leído: El ahogado más hermoso del mundo de García Márquez.
Aquél náufrago de entonces que no cambiaría ahora “su casa de agua por ninguna orilla divisada” nos introduce de forma mítica y húmeda en este maravilloso libro de poemas. Esa HUMEDAD, con mayúscula, que llevamos dentro los seres humanos y que nos une a la tierra en donde vivimos. De esa manera nos lleva de la mano al siguiente poema, Llamada urgente, poema de amor y de muerte donde seres con crudas realidades son contrastados con la dureza de un amor que realmente está agonizando. Alusión a un mundo que expira y que va a la deriva como se volverá a ver en el poema Un cuento para no dormir o en Los intereses creados.
Recorro el libro con un continuo palpitar y no lo quiero acabar y sí lo quiero terminar, pero no puedo dejarlo y me meto de lleno en el siguiente poema Tres deseos, y yo diría que anclaje y/o esperanza que pueden montarse en el tren o quedarse para agotar ése su último deseo. Billete de tren y orilla inalcanzable.
Así continúo por estas páginas que me ofrecen cada vez más y que son las páginas que alguna vez me hubiera gustado escribir a mí, siento lo que dice, oigo sus palabras con claridad, palpo las sensaciones que trasmiten y se me llena la cabeza de ritmos a golpe de verdades. Entro en el Tratado de Ciencia y Literatura y me quedo boquiabierta con la ley de la gravedad sorprendida por la pluma lorquiana. Pasmada hasta no salir del asombro ante tan ingenioso telón que al abrirse muestra de forma increíblemente plástica la Teoría del Esperpento encarnada por la escena de celos entre la Ciencia y la Literatura.
El siguiente es un poema de creación literaria. El arte de escribir es el arte de sentir, el Insomnio da paso a la inspiración y a la creación como ocurre con Al inquilino, donde nuevamente los hechos vividos dan pie a la creación literaria.
Tumba de estrellas, poema sensual y rítmico y, en mi opinión, con raíz agitanada por su desgarradora voz, quiere ahuyentar algo a modo de conjuro: mirada, grito o voz, manos o tacto, boca y beso, tumba de pena, de espera, tumba serena, de estrellas, todas se engarzan en sublime belleza para alejar un temor.
Sigo leyendo el libro y paseo por Tu me manques, para mí poema dedicado a lo auténtico. En la misma línea, tres poemas que denuncian la hipocresía y lo superfluo: Muro (lo superfluo no consigue desalentar ni acallar la sinceridad de nuestra alma) , Muchas sonrisas fingidas (la sinceridad desespera de no ser usada) y Sirva de precedente ( la poesía tiene un tiempo de gestación, lejos del mobiliario fantasma de un despacho hiperactivo).
Seguimos por la amistad de Para un amigo y de la Desolación, donde nada ni nadie esperan para siempre o De amicitia cuyo bosque amigo, bosque frondoso, al igual que el ciclo de la vida, se torna abrojo y matas deformes donde crece la indiferencia.
Tema y eje central del libro es el amor en todas sus formas, Razón de amarte es un canto al amor bajo la sombra de la luna incandescente, el amor nos posee incluso en las huellas de la ausencia. Soneto al Tenorio, poema de amor consumido en la anticipación. Cinco sentidos donde se vislumbra la exactitud del caos que invoca al amor. Itinerario de una mirada es la lucha entre el deseo y el frío bolsillo de la vida, en él se pulsan las tensas cuerdas del deseo.
Tres poemas puramente femeninos y, por ello, del mundo. El alma femenina brota de diversas maneras en Sí, quiero, Mensaje para el misógino y Madres. En el primero se muestran las condiciones imprescindibles para compartir la vida con alguien. En el segundo, la redención es imposible. El tercero es un canto y un grito de homenaje y admiración a las madres y a la vez a la tierra-útero a quien pertenecemos.
Por último, y para acabar este maravilloso recorrido por las torrenteras del alma, debo mencionar el poema El Pueblo que tanto me impactó: la naturaleza hecha sensualidad se hace cómplice de la nostalgia y del paisaje.
Todos ellos son poemas unidos por un mismo cordón umbilical: el de quien no ha olvidado nunca sus orígenes; el de quien sabe a dónde pertenece y cuál es el sentido de la vida y, en definitiva, el de un corazón que siempre ha estado arraigado a la tierra que la engendró, que sabía de dónde procedía y hacia dónde iba.












Acabé de escribir este prólogo el sábado, 13 de enero de 2007.
Dedicado a Marga y a su compañero del alma, Paco.

Marisi
(Mª Sierra Morales Martínez)

No hay comentarios:

Publicar un comentario