Cuando la tinta de un verso salpica
y se derrama,
el techo de mi habitación ya no es tan blanco.
De repente tienes forma octosílaba
y rimas con todas las cosas
y marcas el ritmo de un pálpito lento y gravísimo.
Tu eco se vuelve asonante en mi pecho:
la metáfora irreversible de un recuerdo
que se hace beso...
Tu métrica, tu ritmo, tu asonancia y tu silencio
bombardean el sueño que llega de puntillas,
(para no despertar el momento de inspiración que te debo).
Y después de todo, cuando no hay algo que hacer
por las mañanas, como prepararte el desayuno
o hacerte el nudo de las corbatas,
te doy las gracias por el insomnio que me regalas
y que yo empleo en escribir unos versos sobre el techo de mi cama.
Cada noche, cuando el sueño se va
y miro al techo de mi habitación angustiada,
te pareces demasiado a mis poemas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario